AGUARDANDO

Comenzaré a archivar las dudas, por si acaso...

miércoles, 16 de julio de 2008

Suma y sigue

La vida a los sesenta es una circunstanica tan natural o tan anómala como cualquier otra vida a otra edad. Todo dependerá de las formas, el modo, y sobre todo, eso, precisamente eso, las circunstancias. Y el modelo de vida que pretendas seguir, o el que sin pretenderlo se incorpora al medio y se sitúa allí, casi siempre sin pedir permiso, por propia iniciativa, cuando no a la fuerza y manteniendo al margen los pensamientos y los proyectos del o de la interesada, que en definitiva somos quienes hemos de llevar a cuestas los proyectos.

Mucha gente a los sesenta años continúa trabajando, pero la gran mayoría de hombres y mujeres que seguimos trabajando a esta edad es porque dependemos de un negocio propio, somos autónomos en nuestro trabajo y en nuestro futuro. Los que son o han sido trabajadores de una empresa, grande o pequeña, multinacional o pequeño taller o negocio, a esta edad ya están más que jubilados, no sé si decir gozosamente o por el contrario, infelizmente. Conozco casos en todos los sentidos, todos los conocemos.

Yo trabajo. A esta edad continúo trabajando y bien a mi pesar, lo aseguro. Me autofinancio, me autoalimento, me autoestimo y por eso digo que bien a mi pesar sigo trabajando. Lo he hecho siempre y siempre en las mismas circunstancias, pero no he sabido elegir mis empresas, dirigir mis esfuerzos hacia el tipo de empresa o negocio que me hubiese proporcionado un mayor bienetar o satisfación personal. Algo que me alimentara interiormente, que reprodujera en mí beneficios íntimos de engrandecimiento personal. Para colmo, tampoco esos trabajos que hice, que comencé y deshice o de los cuales salí escaldada, no me dieron fortuna, solo me sirvieron para ir tirando, viviendo, unas veces mejor, otras peor. Unas veces con más interés en lo que hacía, otras con más indiferencia, hasta con rencor y con malas ideas que se reflejaban en los resultados negativos de la empresa. Nunca me fueron bien las cosas, pero he llegado hasta aquí, y a veces, casi nunca durante el día , mientras vivo y faeno y hago mis compras y trabajo en lo ordinario, recuerdo que lo que hago es un sacrificio para seguir echando horas fuera, dias atrás, lo justo para seguir tirando con el menor esfuerzo. Solo en momentos muy específicos, en los ratos de íntima soledad, cuando a la noche ya no le quedan ganas de insistir sobre nada, llega de rebote algún pensamiento lejano, que sin saber cómo ha conseguido llegar hasta allí, y arrastra con él brotes de ramalazos heridos, dejando al descubierto viejas y tenaces cicatrices que nunca consigo elimar del todo. Pero ya no queda tiempo para el arrepentimiento ni para la duda, ni posibilidad de volver atrás ni de rectificar nada. Así que nada, cada cual que amortigue como mejor pueda los efectos de su frenada o la locura de su gran y desenfrenada carrera. Que a los sesenta ya cada vez nos queda menos tiempo para nada y lo que queda de bueno no lo vamos a echar en arrepentimientos ni gaitas. vivamos como podamos, lo mejor que sepamos, lo que nos deje nuestras goteras, hasta lo que nos lleguen los euros.

Y los que como yo no pueden beneficiarse de las ventajas de una buena jubilación anticipada, que tengan calma, que sigan cotizando religiosamente para seguir careciendo de derechos como el de una quicena del mes para andar sueltos por la vida, despreocupados y alegres, sin tener que preocuparnos por cómo estará nuestro taller a la vuelta; sigamos cotizando para seguir careciendo de derechos como el de una jubilación digna, la posibilidad de enfermar sin que se nos mantenga la seguridad de un sueldo que reemplace a las ganancias que no tendremos mientras tanto. Y a esperar, que a esta edad ya los años no corren, vuelan, y pronto tendremos sesenta y cinco, y entonces, ¡mierda! iba a decir que ya tendremos nuestra vida resuelta, pero no. En cinco años más no creo que se dupliquen los cuatrocientos cincuenta euros que nos regalan para pasar el mes. Nos daran las medicinas gratis. Y gracias.

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