AGUARDANDO

Comenzaré a archivar las dudas, por si acaso...

domingo, 5 de julio de 2009


El árbol, alto y delgado y cuajado de hojas frescas y verdes, lanzaba un haz de sombras alargadas sobre los adoquines, y sobre ella, tendida en el suelo, en formación, como los buenos soldados que aprenden en la academia, en fina y perfecta hilera, una veintena de pájaros se repartían el espacio de sombra con las garras de sus patitas bien asentadas sobre la tierra.
Me pregunté por qué no se quedarían sobre las ramas del árbol si era sombra y frescor lo que buscaban. El árbol tenía las dos cosas. Y normalmente, en las horas de intenso calor y en otras menos calurosas, los pajarillos están en las ramas, haciendo nidos, dando de comer a sus pichones, limpiando sus alas y su pico, tomando el fresquito de las ramas del árbol.
Me lo pregunté mientras los miraba absurdamente entretenida en su contemplación, pero no supe contestarme.
Lógicamente es imposible conocer las razones que tienen los pájaros para hacer algo que no se les supone dentro de sus funciones pajariles.
Lo absurdo, lo verdaderamente ilógico y animal de dos patas al que se le supone un cerebro capaz de tener ideas y capacidad de raciocinio, era que a las cuatro de la tarde, con cuarenta y tantos grados a la sombra, yo me estuviese haciendo semejantes preguntas cuando volvía a casa del trabajo con medio cuerpo derretido por la intensidad del sol.


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