AGUARDANDO

Comenzaré a archivar las dudas, por si acaso...

domingo, 1 de junio de 2008

una desconocida, con nombre y apellidos

No sé quien es. Seguramente es alguien que pasa por la vida sin tomarle la medida al tiempo, la distancia al enemigo, el sabor a las ingratitudes. A pesar de su imagen cristalina, algo en mí se empeña en figurarla algo distinto a lo que en realidad es en su apariencia. Fuerte, no dura. Pura, no intacta ni dañada ni virgen. Pura como el chorro de agua que brota del manantial, de una grieta abierta sin puñal en la montaña, de una suave cortina de lluvia, mansa, sin contaminar, limpia, como el aire de aquélla cumbre por la que aún no ha pisado nadie. Sostiene en equilibrio verical sobre su frente, entre ámbas cejas, la levedad del hilo del que pende un capricho mortal y constante que juega , como si fuera un inocente juego, con su vida y su muerte.

Pasea por una ciudad que no es la suya sintiendo el requemor de algo parecido a un dulce desarraigo del que no se siente culpable, sino víctima. Planea con cuidado sus decisiones, estudia los posibles riesgos de sus siguientes pasos y cualquiera diría que es metódica y fiel a sus horarios, al cuadro que rige sus esquemas, por el que calcula las posibilidades de sus distintas labores, los asuntos de la supervivencia, el tiempo de relajo y el que ha de dedicar a estudiar el horario de mañana, a prevenir el de pasado mañana, al cuidado del de todos los días.

Como buena superviviente experta en saltos al vacío, calcula riesgos a asumir con el mayor número de posibilidades de salir ilesa, pero de vez en cuando no consigue evitar tropezar en lo más llano y termina mandando al cuerno todos sus anteriores cálculos. Camina como si pisara un hilo sostenido a una altura sobre el suelo. No parece de aquí, de estas latitudes imperfectas, de esta tierra quejumbrosa y árida, que es capaz de parir hijos groseros. No parece de este mundo, ciertamente. Y digo esto porque, si es cierto que es como yo y como todos los demás, como cualquiera de nosotros, y su cuerpo son fibras y carne, piel y huesos, ¿por qué parece de cristal, de un material tan frágil, transparente y volatil? No es perfecta, no. No tiene la cualidad de transmitirlo todo, de entenderlo todo ni perdonarlo todo. Cada cosa a su tiempo. Y el tiempo es el relój que nos limita a todos, es el mundo que nos pone a cada cuál en nuestro sitio. O el sitio que nos pone a cada cuál en nuestro mundo.

Seguramente acabará en el mar; será como la consecuencia lógica de una querencia aprendida a tiempo, desde que tuvo conciencia de la existencia de las olas. Tal vez ahora me sea posible comprender la inexplicable lógica de creerla cristal. Pues no es cristal; es agua y algas y esencias de saladas latitudes marinas lo que despide su piel al sudorar el nervio inquisitivo que la mantiene viva.

Seguramente acabará creyendo en el destino, aunque de momento siga pensando que lo único importante es sentirse viva minuto a minuto haciendo todo lo posible por ser feliz, y maravillas urgentes para lograrlo. Muy pocas cosas son suficientes para proporcionarle esa gratificante estela de sonrisa que se le marca en la cara al menor atisbo de que algo le está saliendo bien, como esperaba. Y por poco que sea o que pueda parecer, a ella le resulta demasiado y con lo poco que le queda sigue regalando ternura.

No sé quién es. Sigo insistiendo en ello. Pero me alegra desconocerla porque así puedo seguir imaginándola, creándola, moldeándola a la medida del sueño más perfecto. Y no porque el sueño consiga o persiga hacerla mejor de lo que es, sino porque al carecer de moldes y modelos, las formas irreales que trazaré en el sueño me la harán asequible y mucho más cercana. El artista pondera el privilegio de modelar sus obras a la imagen y semejanza de la perfección que sueñan, y de la que, por lo general, carecen lastimosamente. Debe ser algo parecido a lo que sintió dios cuando, desocupado y altruista, quiso hacerle un regalo inverosímil al universo desnudo.

Me sucede con ella que, aún sabiéndola fuerte, decidida y capaz de cualquier cosa, una ternura, acaso sospechosa se mueve en mi interior y reblandece mis fibras enquistadas. Como si quisiera protegerla de peligros que acechan, evitarle otros dolores, allanarle el camino para que nada pueda derribarla.

¿Quién es ella? Jugando un poco con símiles, como sé que le gusta hacer cuando anda de buen humor y está contenta, podría ser cualquiera de los demonios colados de rondón en el jardín, o el espíritu travieso, invisible y pícaro de una colmena encantada. Alguien con quién sería posible y agradable dar un paseo por las nubes, e incluso mudarse sin equipajes ni ataduras a vivir en ellas; pues sólo desde la altura desde la que se observa el movimiento apacible y sereno de un oleaje en calma, sería posible sobrellevar la insoportable levedad del ser, aparcar por minutos la necesidad urgente de seguir en la lucha para continuar con vida.

Aún a riesgo se seguir siendo un plomo de pesada, continúo diciendo que sigo sin saber quién es. Seguramente es ella, aunque siga pensando erróneamente que es una estrella que se salió de la ráfaga de su cola luminosa. O el anónimo conductor de un coche que se equivocó de autopista, y le impidieron seguir el viaje porque no tenía el importe necesario para abonar el peaje.

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