AGUARDANDO

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martes, 30 de diciembre de 2008

temática de muerte

Aparentemente las cosas suceden siempre en otra parte. Las tragedias se ceban sobre países o regiones que no nos tocan de cerca; las muertes más violentas o aparatosas o trágicas les suceden siempre a los demás. Las grandes operaciones financieras son asuntos tan lejanos para nuestra mentalidad que apenas acertamos a calcular en céntimos y traducimos éstos por miseria irrisoria. En los laboratorios los científicos descubren fármacos y dan soluciones a problemas importantes; los grandes médicos o grupos de cirujanos se atreven con cirugías cada vez más arriesgadas que apenas llegamos a comprender mediante los ligeros, someros o concienzudos análisis explicatorios que ponen a nuestro alcance los medios de comunicación que se hacen eco de tales descubrimientos.

El hombre cada vez más cerca de esa idea de Dios, maneja las opciones que tiene a su alcance para achicar las distancias y comenzar a considerarse homnipresente, salvador, a veces indispensable, importante y absolutamente necesario. Y mientras tanto el hombre sigue creciendo, la mente humana se sigue desarrollando, los grandes avances siguen sorprendiéndonos por modernos y cosmopolitas que seamos, y la gente sigue muriendo, la guerra los sigue manipulando, las naciones y las banderas siguen imponiendo su hegemonía criminal, las fronteras se endurecen y las alambradas crecen y se fortifican los sentimientos.

¿Cuantos millones de niños oí decir hoy en la radio que morian al año en el mundo? Millones. ¿Pero cómo es posible? ¿cuántos millones de seres humanos destrozados por la hambruna, por las bombas, por la política nefasta de sus gobernantes han muerto sin remedio y seguiran muriendo sin medicinas, sin sueros, sin cloroformo para aliviar la curación de sus heridas? ¿Y cuántos tendrán que morir aún y hasta cuando?

El mundo estallará en cualquier momento. Todo va a explotar, no es un presagio destructivo, no es una profecía, no es un deseo, ciertamente; pero algo va a suceder, algo tiene que suceder. Algo tiene que cambiar. Pero mientras esto sucede y como todo nos queda tan lejos en esta parte del mundo donde las tragedias son mínimas, los siniestros se dan por adelantado en las noticias de las tres de la tarde, las muertes nos parecen casi lógicas, abreviadas por la mentalidad de lo insufrible, acomodados a la superficialidad de lo incurable, de lo que no admite réplica porque si tuviese curación ya estaria curado o si tuviese solución ya estaría solucionado, y si no la tiene, ¿para qué molestarse y quebrarse los sesos en hacerse preguntas incontestables, que pueden resultar de tan inocentes, estúpidas?

Nuestras muertes son cercanas, anónimas o no, cercanas o lejanas, nuestros vecinos siguen muriendo por el mismo mal y cuando tengamos que morir nosotros, los que nos conocemos, moriremos por el mismo motivo, proque solo hay un motivo por el que uno se muere irremediablemente. Uno se muere de cáncer. ¿Para qué darle más vueltas? el sida está ahí, pero poco a poco se va solucionando, la vida de muchos enfermos se alarga y se mejora, se estabiliza hasta que se crea entre el enfermo y la enfermedad un vínculo de mútua complacencia. Y uno se muere de viejo, pero eso es morir de muerte natural.

Hay otras plagas que merman nuestraas ciudades, nuestros barrios y dan trabajo en los crematorios y en los cementerios. Esos porcentajes son bajos y no corresponden a muertes por enfermedades sino a voluntades violentas, accidentes laborales, de circulación, etc. Algunos con mala suerte mueren por causa de un infarto que les siega la vida casi sin darse cuenta.

La gente muere de cáncer. Y al cáncer se le destinan todos los millones de dinero en todas las monedas conocidas para que no falten medios que ayuden a la investigación prometida para erradicar el problema. Y luego nos cuentan que mientras a base de cienciología se ha podido logar la sanación de angunos tipos de cánceres, llegan a haber hasta otros trescientos con características desconocidas a las que no es posible dar solución.

No hará falta que diga que soy absolutamente neófita en estos temas. Y en otros muchos. No hará falta que diga que si puedo evitarlo, huyo de un hospital como de la peste. No sé curar una herida, le temo a la enfermedad como cualquiera le teme, y no le temo al cáncer porque se que me va a matar si puede, rápidamente y no me hará sufrir, que para eso están los fármacos, las buenas medicinas, las panaceas de todos nuestros males. Le temo a la enfermedad que inundará mi mente como una balsa desbordada, como un torrente sin contención, y viéndola venir, sintiendo la carcoma haciendo astillas mi cerebro, viendo y sintiendo cómo se disminuyen todas mis facultades, muriendo lentamente en la vida de un caracol que se consumiendo hacia dentro.

Por eso me gustaría estar allí donde el conflicto atacará mediante el odio y quiero estar en la frontera del lado de la muerte para acabar bien pronto, cuando el misíl sin avisar, explote, aunque vaya dirigido al cuartel de militares y caiga por error sobre mi tienda, sobre mi casa de adobe o sobre las colmenas donde duermen los niños sin proteccion, sin madres y sin padres, porque estan en la guerra. Quiero ahorrarle a mi gobierno los cien pavos que costará al dia mantenerme sobre una cama bien dispuesta, limpia y perdida de ojos para fuera, y a la ciencia todos sus esfuerzos por mantenerme viva, como una col o una lechuga criando verde en el invernadero de la promesas de curar enfermedades a base de dinero y recompensas.

Cuando me toque morir quiero estar donde suceden las muertes. No quiero estar en la cama ni en la guerra. Quiero estar en el lado de los buenos y que la muerte me coja por sorpresa.

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