AGUARDANDO

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viernes, 9 de enero de 2009

aquello debería ser el mar

ATARDECER EN EL CAMPO.

La vasta extensión de tierra roja que tiene ante su vista es como un océano de fuego que le impide el movimiento. Maizales, trigales, tierra se secano y labrantío áspera y dura, pero hermosa y amada hasta sus últimas consecuencias. Y a lo lejos, en el horizonte más lejano e inalcanzable, ese que siempre se le escapa por mucho que se aproxime, están invertidos los elementos hasta parecer desordenados, caóticos, en un mundo de simbolismos perfectos .
Aquello que se ve en la distancia debería ser el mar, que tanto ama sin haberlo visto, que tanto añora sin haberlo tenido más que en el sueño que se apropia como si fuese una fabulación o el motivo por el que pierde el rastro de la era, mientras va arrojando la simiente en granos para la siembra que germinara milagrosamente en aquéllos eriales de tierra áspera y seca.
Aquello debería ser el mar, y aquél cesto de nubes tan dispersas, los restos de la espuma que va dejando atrás el oleaje. Hasta la arena estaba allí, tan quieta y tan ardiente, tan dulce y amorosa como la leve caricia de un sueño que le roza las mejillas haciendo que despierte de sus particulares andanzas por los mundos oníricos de sus ensoñaciones.
Oh, sí, aquello que está a lo lejos debería ser el mar, pero siempre se le escapa y aún no ha podido verlo. Cuando cree que está al llegar, la línea se evapora, se alarga en un infinito sin retorno y crea nuevas distancias inconquistables y utópicas.
Aquello debería ser el mar, pero sólo es un deseo, la avaricia por lo que nunca tuvo, el sueño y la sed insatisfechas, la aspiración de lo que cree debe ser el ilimitado perfil al que nunca podrá dar alcance, porque por más que se acerque, más se aleja.
Pero aquello será el mar, y será siempre el mar mientras su sueño quiera.

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