AGUARDANDO

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martes, 6 de enero de 2009

La socorrida imagen monárquica de una republicana

Soy de los Reyes, ¿qué le voy a hacer? En esta situación soy de los Reyes más que el Papa lo es del Vaticano. Se dan las circunstancias de que el nombre de Reyes en esta coyuntural ocasión es algo tan hermoso, tan extraordinariamente delicado y alegre y bondadoso y todo tipo de buenos adjetivos que se le quieran poner, que su verdadera y autétnica connotación social y actual se me desaparece como por encanto de mi lista de palabras prohibidas.
Entre otras cosas no hay posible relación entre la pareja de reyes actuales y posibles sucesores, con la trilogía de reyes a los que una vez al año y misteriosamente se nos acercan en camellos o en burros, por mar o por aire, que ya de tan modernos y adelantados que están casi nos dan un poco de risa, verlos aparecer de tan cargada guisa indumentaria y pilotando aeronaves; que parece que para el adelanto tecnológico se han superado con creces, pero a la hora de vestir se olvidaron de los buenos y diferentes diseñadores que tenemos en el país. Pero bueno, a lo que iba, que no era otra cosa que declararme auténtica monárquica en un dia como el de hoy. Que no vaya a ser que por criticar su estilo arcaico, barroco y tradicional me lo tomen en cuenta y me dejen sin nada para el año que viene, porque lo de este año ya no lo me quitan.
Y soy monárquica porque estos reyes lo consiguen todo, lo dan todo, llegan a todas partes, hacen todo tipo de regalos, crean la ilusión hasta en los desarraigados y apátridas funestos, cuanto más en la cara de un niño que mira embobado con la boca abierta y los ojos saturados de espanto ilusionado y convencidos de qeue tienen ante sí a las auténticas majestades de oriente o de donde sea, que ese detalle pasa a ser lo de menos.
No hay nada parecido a esta expresión de asombro y aturdimiento en la mirada de un niño cuando está subido en los hombros de su padre o sujeto a la mano de mamá, que oprime con fuerza y con temor por miedo a que si la suelta, desaparezca el milagro de aquélla aparición. Sólo por llegar a este dia merece la pena haber atravesado la quincena mas desastrosa del año, los dias más borracosos, los mas temidos en algunos casos, los menos ansiados y a los que todos acudimos con un semblante distinto, como si no formásemos parte de la misma comitiva, como si no fuéramos invitados de la misma fiesta.
El niño mira hacia arriba lleno de perplejidad, sobre todo cuando es la primera vez que los visita, y desaparecen todos los detalles que completan el cuadro. El sólo ve a los reyes, a esos señores aupados en tronos pintados de purpurina que a él le parecen de oro o espléndidos y brilantes materiales preciosos. Y sabe que esos Reyes después, cuando se acueste y mientras descansa, irá dejando regalos en las casas de todos los niños que se han portado bien. Eso es lo que les dicen, y él está seguro de haber sido el mejor niño del mundo y sabe que esta noche recibirá su recompensa. Mañana jugará con sus juguetes y se divertirá con ellos y los mostrará orgulloso a sus amiguitos y no querrá que nadie los mire con otros ojos que no sean con los que él les permitirá mirarlos sin tocar. Dentro de algunos dias quizás ya haya roto el barco de play mobil,
o el castillo donde se refugian los piratas o le habrá destrozado las trenzas a la muñeca sonrosada y mofletuda de tanto repeinarla, o las esbeltas piernas de la Nancy esten por ahí bailando un rock disparatado y vehemente lleno de estridencias que nos volverá locos a todos.
Olvidaran sus juguetes y se les compraran otros nuevos, diferentes, distintos, con nuevas y variadas funciones. Los niños seguiran manipulándonos, engañándonos, fingiendo que nos necesitan más que nunca para seguir teniendo juguetes y regalos. Retomaran cada año y en cada circunstancia la estrategia sabida y bien aprendida desde la mas tierna infancia, y mientras crecen y crecen y dejan de pedir nimiedades que auncian en la tele y dirigen sus apetencias hacia gustos más caros, basados en estímulos de gente mayor, sofisticados o sibaritas o simplemente fuera del alcance actual de sus bolsillos, mientras recurren a papá haciendo cualquier guiño de fingida inocencia y al papá se le cae la baba y satisface los deseos del niño, que ya le saca un par de palmos al padre inocentón y a la mamá bobalicona.
Y ya sabe de estrategias el niño y juega con los sentimientos para alcanzar lo que quiere, y los papás se dejan querer, porque una vez al año... bla, bla, bla... Pues cuando todo eso sucede, cuando el niño creció y ya tiene veinte años o más y recuerda la primera aparición de sus primeros reyes magos en las calles de su pueblo o su ciudad, y se recuerda aupado en los hombros de papá o sujeta a las manos de mamá con miedo y asustado pero feliz e ilusionado por encima de todo, es como si sólo a partir de aquél momento tuviera constancia de su existencia y supiera que todo lo que fue en la vida comenzó ahí, en aquélla mirada que nunca más volvió a ser tan inocente, tan pura y confiada.
Por eso yo sigo siendo una monárquica creible y convencida en un dia como hoy. Una vez al año
un republicana de pro se confiesa monárquica de puño cerrado y mano abierta.

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