AGUARDANDO

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domingo, 18 de enero de 2009

Los pájaros de Agosto

Los pájaros de Agosto

El árbol, alto y delgado, parecido a un ciprés de los que abundan en la zona, pero sin llegar a ser reconocido por mí, lanzaba un haz de sombra sobre los adoquines, y sobre ella, en fina y perfecta hilera, veinte o treinta pajarillos, gorriones diminutos, idénticos y perfectos en tamaño y disciplina, se repartían los beneficios de la sombra con sus pequeñas garras bien asentadas sobre los adoquines de la acera.
Me quedé mirándolos unos momentos y preguntándome, en un absurdo gesto de interés hacia ellos, por qué no se quedaban sobre las ramas del árbol, protegidos allí con su sombra, donde estarían más cómodos, donde tendrían sus nidos, donde seguramente otros de su especie los esperaban.
Y no supe contestarme. Lógico. Para una situación absurda no hay respuesta posible. Es imposible conocer las razones que puedan tener los pájaros para hacer algo que no se les supone dentro de su sensata mente pajaril.
Lo que nunca podría contestar a quién me hubiese preguntado es qué hacía allí parada un sábado de vuelta del trabajo, a las tres de la tarde, bajo un sol que chirriaba a punto de hacer saltar los termómetros, dedicada a la deducción del comportamiento de un grupo de pajarillos que no se estaba metiendo con nadie. Que toma el fresco de la sombra posados sobre la tierra porque para la libertad del pájaro aún no se han dictados órdenes que le impidan elegir y tener sus sombras preferenciales.

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